El cuidado cariñoso y sensible comienza antes del nacimiento, cuando la madre y otros cuidadores pueden comenzar a hablarle y a cantarle a su bebé durante la gestación.
Luego del nacimiento, el contacto piel a piel, la lactancia y la presencia de un/a acompañante que apoye a la madre, facilitan el establecimiento temprano del vínculo, la nutrición óptima, las interacciones de calidad y el cuidado cariñoso y sensible.
Poco después de su nacimiento, los recién nacidos son capaces de reconocer la voz de su madre y responden a los rostros, al contacto suave, a ser sostenidos en brazos y al sonido reconfortante del “lenguaje de bebés”. A su vez, los cuidadores aprenden a reconocer las respuestas del bebé. De este modo, se establece una interacción entre los cuidadores y el recién nacido, esencial para su desarrollo.
Los primeros meses posteriores al nacimiento son los más sensibles para el desarrollo del cerebro infantil. En este período es muy importante dedicarle tiempo a la interacción con el bebé: sonreírle, acariciarle, hablarle, contarle cuentos o historias, escuchar música, compartir o leer libros y jugar.