El cuidado cariñoso y sensible se refiere a un entorno estable, creado por la familia y otros cuidadores, con apoyo de las políticas, los servicios y la comunidad, que asegura la salud, la nutrición y el desarrollo adecuados de las niñas y los niños, los protege de los riesgos y les brinda oportunidades para el aprendizaje temprano, mediante interacciones que son emocionalmente propicias y receptivas.
En el momento del nacimiento, el sistema nervioso de los recién nacidos, aún luego de una gestación a término, no está completamente desarrollado. El cerebro del ser humano continua su crecimiento y desarrollo postnatal a gran velocidad, y es cada vez más complejo conforme avanza el crecimiento.
Las experiencias de la primera infancia tienen una profunda repercusión sobre el desarrollo del cerebro, e influyen sobre el aprendizaje, la salud, el comportamiento y, a largo plazo, las relaciones sociales del adulto y sus ingresos.
Para un desarrollo sano, el cerebro de las niñas y los niños pequeños depende de un cuidado cariñoso y sensible, que requiere una acción coordinada entre diversos sectores.
Si bien es inherente a nuestra supervivencia como humanos, puede verse amenazado por las situaciones estresantes y las dificultades que puedan presentarse en el medio en el que se encuentran inmersos los lactantes pequeños.
Consta de cinco componentes interrelacionados: salud, nutrición, seguridad y protección, aprendizaje temprano y atención receptiva, todos necesarios para desplegar el máximo potencial de desarrollo de las niñas y niños pequeños.
Sienta las bases para la salud y el bienestar a lo largo de toda la vida, en el niño que se constituye en adolescente, luego en adulto, y, en el futuro, en la siguiente generación, favoreciendo la constitución del capital humano que requieren las economías para diversificarse, y crecer y prosperar.
