La primera infancia (desde el nacimiento hasta los 8 años) es clave para lograr el máximo desarrollo del ser humano. Esta etapa comprende el período más sensible para el desarrollo del cerebro y se extiende desde la gestación (durante la que ocurre la organogénesis), hasta los 3 años postnatales, cuando se constituye la mayor cantidad de conexiones y circuitos neuronales y culmina la maduración del sistema nervioso central. Este es el momento de la vida en el que el potencial de desarrollo de los niños y las niñas es más susceptible a los estímulos del entorno y a las experiencias tempranas, que influyen sobre el aprendizaje, la salud, el comportamiento y, a largo plazo, en las relaciones sociales del adulto, su bienestar y sus ingresos. Invertir en este período es una de las maneras más eficaces y eficientes de eliminar la pobreza y la desigualdad, de impulsar la prosperidad de las personas y de crear el capital humano que requieren las economías para diversificarse y crecer.
En estos primeros años de vida, el sector de la salud se encuentra en posición de apoyar el cuidado cariñoso y sensible, de estimularlo en los cuidadores para promover el mejor desarrollo infantil. Los servicios y los profesionales de salud son responsables de favorecer un entorno propicio antes del nacimiento, en el parto y en los primeros meses posnatales. Deben brindar a los cuidadores información, asesoramiento y apoyo, en particular a aquellas familias de recién nacidos con problemas perinatales.
A partir de los 3 años, los niños y las niñas ingresan al entorno preescolar más formal, donde el sector de la educación desempeña una función central.
Es así como la inversión en los cuidados de la salud y en la educación posibilita el desarrollo del máximo potencial, para prosperar y transformar realidades.