La leche humana (LH) es reconocida por su seguridad, eficacia, disponibilidad y costo efectividad. Por estas razones, es el mejor alimento para las personas recién nacidas, incluso si son pequeñas, prematuras o enfermas.
La lactancia mejora la sobrevida, la salud y el desarrollo de los niños y las niñas.
La LH tiene el potencial de reducir las morbilidades y mejorar la salud, especialmente en aquellas personas que nacen extremadamente prematuras por contener sustancias bioactivas con propiedades bactericidas, inmunomoduladoras e inductoras de la maduración intestinal.
La LH disminuye significativamente, entre otras complicaciones asociadas a la prematuridad, la intolerancia a la alimentación, la sepsis tardía y la retinopatía de la prematuridad. Se asocia a mejores resultados del neurodesarrollo, a menos obesidad, hipertensión e insulinoresistencia en la adolescencia.
Los componentes bioactivos del calostro y de la leche madura contienen propiedades antiinflamatorias y antiinfecciosas para la regulación de la respuesta inflamatoria neonatal.
En aquellos/as de bajo peso al nacer, es importante la dosis de leche, el momento en el que la reciben, y que sea, idealmente, de su propia madre. Pequeños incrementos en el aporte de LH en los primeros 14 días de vida reducen, al año de vida, el número de hospitalizaciones y a los dos años los tratamientos especializados.
Al amamantar, la madre y el bebé se benefician de la cercanía que favorece el cuidado atento y sensible y el conocimiento mutuo entre ambos.
Es un alimento económico y sustentable que redunda en beneficios para toda la sociedad, adaptado específicamente para los bebés, en un momento sensible, en el que los estímulos condicionan la expresión génica.
Cuando la leche de la madre no está disponible, la opción es la LH donada de banco.
La alimentación con LH es una gran oportunidad para lograr el máximo potencial de la salud.