La inmunización materna y neonatal hace referencia a las vacunas administradas antes y durante el embarazo y en el puerperio, con el fin de inmunizar tanto a la madre como a su hijo.
Los recién nacidos y los prematuros son especialmente susceptibles a las infecciones prevenibles mediante vacunación, pero su sistema inmune inmaduro es incapaz de generar respuestas inmunitarias protectoras frente a los antígenos específicos de las distintas vacunas hasta varias semanas o meses después del nacimiento. Esto crea un período desprotegido, en el que los recién nacidos son extremadamente vulnerables.
La inmunización materna y neonatal ofrece posibilidades de reducir la morbilidad e incluso la mortalidad durante la primera infancia. Infecciones como la influenza, el tétanos y la tosferina se asocian a resultados adversos en los niños muy pequeños: antes de que puedan finalizar o iniciar siquiera el calendario de vacunación primaria en lactantes.
Aproximadamente un 40% de las defunciones infantiles en todo el mundo ocurren en el período neonatal, y muchas de estas defunciones se deben a infecciones que podrían prevenirse mediante vacunas maternas existentes o futuras.
La vacunación durante el embarazo inmuniza no solo a la madre, sino también al feto, pues permite la transmisión transplacentaria de elevadas concentraciones de anticuerpos protectores. De ese modo, aporta al recién nacido una fuente materna de protección contra las enfermedades hasta que pueda procederse a la inmunización activa del lactante.
La inmunización materna reviste especial importancia en lo relacionado con las enfermedades prevenibles mediante vacunación, como influenza, tétanos, y tosferina, pues no hay ninguna otra opción para proteger a los niños que son demasiado pequeños para vacunarse.