La atención receptiva involucra tanto la sensibilidad como la reactividad con la que un lactante pequeño es asistido.
La sensibilidad implica estar consciente de que los actos y vocalizaciones de un niño pequeño, desde el nacimiento, son señales comunicativas que indican sus necesidades y deseos.
La reactividad es la capacidad de los padres y los cuidadores de responder apropiadamente a dichas señales.
Los cuidadores les permiten a los lactantes participar en la comunicación humana y en los intercambios, al desempeñar su propio papel en la interacción y al ayudar al lactante a intervenir en ella. Dicho de otro modo, los cuidadores deben ser sensibles a lo que el niño pueda estar sintiendo o tratando de hacer y ser capaces de responder de una manera tal que ayude al pequeño a lograr sus intenciones.
Los padres sensibles observan a sus bebés intensamente y perciben los cambios en las expresiones faciales, gestos, movimientos corporales y vocalizaciones del niño.
Cuando los padres y los cuidadores hacen concordar sus acciones y emociones con las del pequeño, les dan relevancia a los actos de este, les infunden significado y refuerzan los sentimientos y acciones del niño, así como su función en el desarrollo y las relaciones del lactante con otras personas.
La sensibilidad y la capacidad de respuesta del cuidador son inherentes, motivadas por el intenso amor hacia su pequeño. Sin embargo, dado que depende de las emociones y la motivación, la atención receptiva puede fallar ante condiciones de estrés y sufrimiento, tales como entornos de guerra o desplazamiento, depresión del cuidador, violencia doméstica, consumo de sustancias psicoactivas y pobreza extrema.
También puede ser difícil para los cuidadores percibir las señales variables o débiles de los pequeños que nacen prematuramente o que están enfermos o malnutridos. Por ejemplo, la anemia materna por carencia de hierro, puede causar depresión y apatía, que vuelven a las mujeres incapaces de brindar una atención receptiva. Esto se agrava cuando el niño a su vez también se muestra apático o lánguido por la anemia. Los cuidadores en tal situación necesitan apoyo, estímulo, orientación y reafirmación, para establecer o restablecer la atención receptiva.